Este
modelo de poesía amorosa se difundió enseguida, y
fue imitado por los poetas a lo largo de los años. Uno de
estos seguidores del petrarquismo, el joven Garcilaso
de la Vega, recordó en sus versos el inolvidable amor
que antaño le había unido a Elisa. En sus poemas podemos
admirar el lenguaje elegante con que expresó un incontenible
deseo de alcanzar la perfección espiritual a través
del amor y la belleza de la mujer amada.
Pasaron
cientos de años, y surgió el Romanticismo.
Entonces los poetas enamorados no quisieron contener sus emociones,
pues nada podía oponerse a la libertad con que anhelaban
vivir su exaltada pasión amorosa. Gustavo
Adolfo Bécquer fue un poeta enamorado del amor. Como
otros, idealizó a la mujer amada y la adornó con
las más altas virtudes. Pero la mujer real acabó
mostrándose cruel e indiferente, y el poeta, desengañado,
supo que se había entregado a un sueño.
Los
poetas modernos saben que, además de una entrega total,
el amor exige ser alimentado y protegido día a día,
con voluntad y constancia. Así fue para Pedro
Salinas, uno de los poetas contemporáneos que con mayor
acierto expresó en su obra esta concepción del amor.