Literatura


 
Mariana Pineda (II)
     
 
 

Federico García Lorca


[...]

PEDROSA. (Fuerte y lleno de ira.)
¡Silencio!
(Pausa. Frío.)
Quiero ser amigo suyo.
Me debe agradecer esta visita.

MARIANA. (Fiera.)
¿Puedo yo permitir que usted me insulte?
¿Qué penetre de noche en mi vivienda
para que yo..., ¡canalla!...? No sé cómo...
(Se contiene.)
¡Usted quiere perderme!

PEDROSA. (Cálido.)
¡Lo contrario!
Vengo a salvarla.

MARIANA. (Bravía.)
¡No lo necesito!
(Pausa.)

PEDROSA. (Fuerte y dominador, acercándose con una agria sonrisa.)
¡Mariana! ¿Y la bandera?

MARIANA. (Turbada.)
¿Qué bandera?

PEDROSA.
¡La que bordó con estas manos blancas
(Las coge.)
en contra de las leyes y del Rey!

MARIANA.
¿Qué infame le mintió?

PEDROSA. (Indiferente.)
¡Muy bien bordada!
De tafetán morado y verdes letras.
Allá, en el Albaycín, la recogimos,
y ya está en mi poder como tu vida.
Pero no temas; soy amigo tuyo.
(Mariana queda ahogada.)

MARIANA. (Casi desmayada.)
Es mentira, mentira.

PEDROSA. (Bajando la voz y apasionándose.)
Yo te quiero mía,
¿lo estás oyendo? Mía o muerta.
Me has despreciado siempre; pero ahora
puedo apretar tu cuello con mis manos,
este cuello de nardo transparente,
y me querrás porque te doy la vida.

MARIANA. (Tierna y suplicante en medio de su desesperación,
abrazándose a Pedrosa.)
¡Tenga piedad de mí! ¡Si usted supiera!
Y déjeme escapar. Yo guardaré
su recuerdo en las niñas de mis ojos.
Principio de texto ¡Pedrosa, por mis hijos!...

 

 

PEDROSA. (Abrazándola sensual.)
La bandera
no la has bordado tú, linda Mariana,
y ya eres libre porque así lo quiero...
(Mariana, al ver cerca de sus labios los de Pedrosa, lo rechaza, reaccionando de una manera salvaje.)

Pintura de Mariana Pineda

PEDROSA. (Abrazándola sensual.)
La bandera
no la has bordado tú, linda Mariana,
y ya eres libre porque así lo quiero...
(Mariana, al ver cerca de sus labios los de Pedrosa, lo rechaza, reaccionando de una manera salvaje.)

MARIANA.
¡Eso nunca! ¡Primero doy mi sangre!
Que me cuesta dolor, pero con honra.
¡Salga de aquí!

PEDROSA. (Reconviniéndola.)
¡Mariana!

MARIANA.
¡Salga pronto!

PEDROSA. (Frío y reservado.)
¡Está muy bien! Yo seguiré el asunto
y usted misma se pierde.

MARIANA.
¡Qué me importa!
Yo bordé la bandera con mis manos;
con estas manos, ¡mírelas, Pedrosa!,
y conozco muy grandes caballeros
que izarla pretendían en Granada.
¡Mas no diré sus nombres!

PEDROSA.
¡Por la fuerza delatará!
¡Los hierros duelen mucho,
y una mujer es siempre una mujer!
¡Cuando usted quiera me avisa!

MARIANA.
¡Cobarde!
¡Aunque en mi corazón clavaran vidrios
no hablaría!
(En un arranque.)
¡Pedrosa, aquí me tiene!

PEDROSA.
¡Ya veremos!
(…)


 
 
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