Desde sus inicios, el teatro sirvió como lugar de exposición de los sentimientos humanos: los más ligeros y los más profundos. La representación teatral surgió como un ritual religioso de tipo agrario o de fecundidad. Poco a poco, las representaciones teatrales se fueron separando de su origen religioso y se hicieron cada vez más complejas. Sin embargo, permaneció hasta nuestros días el componente emotivo del teatro. La finalidad de la representación siempre es conseguir que el espectador se emocione mediante la risa, el llanto, la ironía.
Los griegos acuñaron el término catarsis para referirse a la purificación que se produce en el espectador de una obra de teatro cuando éste se identifica con los personajes y transita por las mismas emociones que están viviendo sobre la escena.
Catarsis (katharsis, en griego) era un término médico que quería decir purga. Es especialmente importante en las representaciones de
la tragedia,
del drama
y del melodrama,
puesto que, en estos tres tipos de representación, la catarsis es el objetivo del autor y la consecuencia de la situación que se plantea. A través del sufrimiento de los personajes, los espectadores se identifican con ellos, se apiadan y emocionan.