(Acto I: Don Álvaro
y Leonor se encuentran de noche para fugarse y casarse en secreto.)
Dª.
LEONOR.
¡Don Álvaro! ¡Don Álvaro!
D. ÁLVARO.
¡Señora!
Dª. LEONOR.
¡Ay! me partís el
alma...
D. ÁLVARO.
Destrozado tengo yo el corazón...
¿Dónde está, dónde,
vuestro amor,
vuestro firme juramento?
Mal con vuestra palabra corresponde
tanta irresolución
en tal momento.
Tan súbita
mudanza...
No
os conozco, Leonor. ¿Llevóse el viento
de mi delirio
toda la esperanza?
Sí, he cegado en el punto
en que alboraba
el más risueño día.
Me sacarán difunto
de aquí, cuando inmortal salir creía.
Hechicera
engañosa,
¿la perspectiva hermosa que falaz
me ofreciste así deshaces?
¡Pérfida! ¿Te
complaces
en levantarme al trono del Eterno,
para después
hundirme en el infierno?
... ¿Sólo me resta ya?...
Dª. LEONOR.
(Echándose en sus brazos.)
No, no, te adoro.
¡Don Álvaro!... ¡Mi bien!...
vamos, sí, vamos.
D.
ÁLVARO.
¡Oh mi Leonor!
CURRA.
El tiempo no perdamos.
D. ÁLVARO.
¡Mi encanto! ¡Mi
tesoro!
(DOÑA LEONOR muy abatida se apoya en el
hombro de DON ÁLVARO, con muestras de desmayarse.)
¿Mas qué es esto?... ¡ay
de mí!... ¡tu mano yerta
me parece la mano de una
muerta...
Frío está tu semblante como la losa de un sepulcro
helado...
Dª. LEONOR.
¡Don Álvaro!