Los textos teatrales son escritos para ser representados. Esta afirmación le confiere al género teatral unas características que lo diferencian del resto de géneros literarios, puesto que la representación teatral ha de incorporar elementos que están fuera del ámbito de lo literario y que pretenden recrear el juego de ficción-realidad que se da durante la representación.
En una representación teatral se juega con dos textos: el texto dramático, escrito por el autor teatral, y el texto del espectáculo que es creado (quizá no escrito) por el director de escena en colaboración con todos los componentes de una representación: actores, escenógrafos, músicos, iluminadores…
Ante una puesta en escena el director deberá ir completando todos aquellos aspectos que no aparecen en el texto dramático, pero que son importantes para el efecto artístico que quiere generar ante el público. Elementos que se incorporan en escena pueden ser: la música, los trajes, los objetos que aparecen en el escenario, los muebles del decorado, el telón de fondo, los colores… En algunos casos los autores de los textos dramáticos indican cómo han de ser estos elementos, para ello utiliza las acotaciones, pero en la mayoría de casos el autor da una indicación mínima o nula y es el autor de la puesta en escena quien tiene que decidir este tipo de cosas. Esto es lo que nos lleva a considerar el espectáculo una manifestación artística totalmente diferente de la escritura del texto dramático. Este texto será una parte más (eso sí, muy importante) de la representación.
Estas reflexiones nos conducen a tener en cuenta los aspectos audiovisuales que se desprenden de un texto teatral y, cuando asistimos a una representación, hemos de ver cómo el autor de la puesta en escena ha manejado estos códigos audiovisuales puesto que, con sus elecciones, puede incorporar significados que son complementarios o completamente distintos a los que aparecen en el texto dramático. Por ejemplo, utilizar música clásica o música rock en una representación de un texto dramático de Calderón de la Barca (siglo XVII) nos dará significados y nos causará efectos totalmente diferentes.