Cuando asistimos a una representación teatral, normalmente, sabemos que nos vamos a encontrar con unos códigos que nos indican el tipo de obra que vamos a ver o la ideología estética que se ha querido reflejar. Son las convenciones teatrales. A este grupo pertenecen una serie de recursos que son diferentes en función del tipo de obra que estamos viendo o leyendo.
En un primer momento, nos encontramos las convenciones que son propias del espectáculo teatral en sí mismo: el encuentro entre actores y espectadores, la ficción teatral aunque la veamos como real, la atención del público, las acciones de los actores… Pero, por otro lado, nos podemos encontrar con convenciones que son propias de un tipo de teatro, de un autor particular, de una compañía, etc. Mediante estas convenciones nosotros podemos reconocer situaciones que identifican la representación con un determinado movimiento estético, con un autor teatral, con un grupo y su manera de trabajar, etc. Estas son convenciones particulares que conviene conocer para poder entender los significados que se desprenden del hecho artístico que es una representación, puesto que será diferente observar si se han seguido o se han roto estas convenciones y el efecto que provocará en los espectadores será igualmente distinto.
Por ejemplo, serían convenciones de la tragedia las unidades aristotélicas: unidad de acción, unidad de tiempo y unidad de lugar. Estas convenciones nos marcan que el suceso narrado en escena no ha de tratar más de un solo conflicto, ha de pasar en un solo lugar y ha de suceder en el transcurso de un solo día. Con esta convención se intenta dar una imagen de credibilidad a la situación teatral, aunque muchos autores han roto la convención a lo largo de la historia.
Otra convención importante para conocer es “la cuarta pared”. Consiste en imaginar que entre el escenario y el público existe la cuarta pared de una sala (pared imaginaria o transparente para el público). Bajo esa convención los actores se comportarán como si estuvieran en un espacio cerrado, sin tener en cuenta la presencia del público. Esta convención es propia del teatro realista.
También podemos considerar los “apartes”, que son comentarios que hace un personaje delante de otro u otros personajes pero suponemos que éstos no están escuchando nada. De esta forma el personaje le informa al público de pensamientos o intenciones con la suposición de que el resto de personajes los desconocen.