Literatura


 
María Estuardo
     
 
 

Friedrich Schiller
Argumento: obra de Friedrich Schiller donde María, Reina de Escocia, vive Teatro presa por orden de su hermana Isabel, Reina de Inglaterra. Mortimer llevará adelante una conspiración para liberar a María, pero será descubierta por Isabel que terminará ordenando la muerte de su hermana. Esta decisión le supondrá ser abandonada por sus colaboradores.
Acto III - Escena IV

Isabel y María se encuentran en Fotheringhay

(…)
MARIA. (Que, medio desmayada, mientras tanto, en los brazos de Ana, se repone, encontrándose sus ojos con la mirada fija de Isabel. Tiembla entonces, y oculta de nuevo su rostro en el seno de su nodriza.) ¡Oh, Dios! Sus facciones revelan que no tiene sentimientos.

María Estuardo

ISABEL.- ¿Quién es esa señora? (Silencio general.)

LEICESTER.- Estáis, oh Reina, en Fotheringhay.

ISABEL. (Como atónita, mirando severamente a Leicester.)
¿Quién ha hecho esto, lord Leicester?

LEICESTER.- Ya está hecho, Reina... y que el cielo ahora, que ha guiado aquí vuestros pasos, conceda el triunfo a la magnanimidad y a la compasión.

SHREWSBURY.- ¡Que se apiade vuestro corazón, noble señora! Dignaos mirar con dulzura a la desdichada, que así se desmaya a vuestro aspecto.
(María recobra sus fuerzas e intente aproximarse a Isabel; pero se detiene silenciosa y temblando a la mitad del camino; todos sus ademanes indican la más violenta agitación.)

ISABEL.- ¿Es posible, milores? ¿Quién me dijo, pues, que su humildad era tan grande? Encuentro una mujer llena de orgullo, no aleccionada por la desgracia.

MARÍA.- ¡Sea, pues; sufriré también este dolor! ¡Adiós por tanto, dignidad impotente de un alma noble! ¡Quiero olvidar quién soy y lo que he padecido; quiero prosternarme ante la misma a quien debo mi aprobio. (Vuélvese hacia la Reina.) El cielo, hermana, se ha decidido en vuestro favor. La victoria ornó vuestra cabeza afortunada con la corona de la victoria, y yo adoro al Dios que os ha ensalzado. ¡Pero sed ahora generosa, hermana mía! ¡No me dejéis sumida en la vergüenza! ¡Tendedme vuestra real mano para arrancarme de este abismo!

ISABEL. (Retrocediendo.)- Os encontráis en donde debéis, lady María. Llena de gratitud estoy para con Dios, que no ha consentido que yo me halle a vuestros pies, como lo estáis a los míos.


 
 
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