El romance es una serie métrica compuesta por una serie indefinida de versos octosílabos con rima asonante en los versos pares que se originó de la descomposición de los cantares de gesta en el siglo XIV, aunque algunos de ellos empezaron a imitarse y componerse a propósito entre el siglo XV y la actualidad constituyento el llamado Romancero nuevo. Suele usarse para relaciones o narraciones, o con contenido narrativo-lírico. Si el romance es de origen culto suele poderse dividir con facilidad en grupos de cuatro versos como subestrofas; si es de origen tradicional, no.
Como la mayoría de poetas románticos, Rivas, Espronceda y Bécquer, Rosalía prefiere el romance porque es la forma métrica que le permite expresarse con mayor libertad sin someterse a la rigidez de los metros y de las rimas.
En Cantares gallegos Rosalía utiliza el romance con tradicionales versos de ocho sílabas.
Airiños, airitos aires,
airiños de mi tierra,
airiños, airiños aires,
airiños, llevadme a ella.
Sin ella vivir no puedo,
no puedo vivir contenta;
que adonde quiera que vaya,
me cubre una sombra espesa.
Me cubre una espesa nube,
tan preñada de tormentas,
tan de soledad preñada,
que mi vida envenena.
Llevadme, llevadme airiños,
como a una hoja seca,
que seca también me puso
la calentura que quema.
¡Ay!, si no me lleváis pronto,
airiños de mi tierra,
si no me lleváis, airiños,
quizá ya no me conozcan,
que la fiebre que me come,
me va consumiendo lenta,
y en mi corazoncito
también traidora se ceba.
En En las orillas del Sar, de los 27 romances que aparecen, cinco son octosílabos y en los demás se emplea el endecasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino.
En Follas Novas aparece, por primera vez el verso alejandrino, mucho antes que lo aplicara Rubén Darío en su poesía modernista. Aquí Rosalía utiliza estrofas compuestas por una serie de alejandrinos (14 sílabas) asonantes que termina con dos versos, uno decasílabo y el último hexasílabo.
Adiós, montes y prados, iglesias y campanas;
adiós, Sar y Sarela cubiertos de enramadas;
adiós, Vidán alegre, molinos y hondonadas;
Conxo, el del claustro triste y las soledades plácidas;
San Lorenzo, el escondido, como un nido entre las ramas;
Balvís, para mí siempre el de las hondas remembranzas,
Santo Domingo, en donde yo quise descansa
-vidas de mi vida, pedazos de mis entrañas-;
Y vosotras también, sombrías paredes solitarias
que me visteis llorar sola y desventuradas;
Adiós, sombras queridas; adiós, sombras odiadas;
otra vez los vaivenes de la fortuna
lejos me arrastran.
Follas Novas (¡Adiós!)
Dodecasílabo es el verso de doce sílabas utilizado en la métrica española.
El dodecasílabo clásico, tal cual fue utilizado por primera vez en el siglo XV, se reparte en dos hemistiquios o partes isométricas de seis sílabas cada una separadas por cesura y cuenta con un característico ritmo acentual de cuatro sílabas tónicas separadas cada una de la otra por dos sílabas átonas, lo que le confiere una típica prestancia solemne, aunque un poco monótona.
Alejandrino es el verso de catorce sílabas métricas compuesto de dos hemistiquios de siete sílabas con acento en la sexta y decimotercera sílaba, si hablamos del alejandrino clásico, ya que acepta otro tipo de acentuaciones siempre y cuando se respete la cesura o pausa entre los dos hemistiquios heptasílabos. Esta cesura o pausa funciona como la pausa a final de verso, no admitiendo la sinalefa y hace equivalentes los finales agudos, llanos y esdrújulos según las reglas métricas del español.
Se denomina hemistiquio a la mitad o fragmento de un verso que se mide en métrica como si fuese un verso entero y va separada de la otra mitad por una pausa en la entonación o cesura.
En la métrica castellana poseen hemistiquios los versos de más de once sílabas, como el dodecasílabo (dividido por una cesura en dos hemistiquios de seis sílabas), el alejandrino (en dos hemistiquios de siete sílabas) etc. Los versos muy extensos pueden tener incluso tres o más cesuras.
Cesura, espacio dentro de un verso, que lo separa en dos partes llamadas hemistiquios, cuyo uso no hace necesario el uso de puntuación. El fin de un hemistiquio es considerado como el fin de un verso, y por ende, según lo establecido por la ley del acento final, se le restará una sílaba métrica si la palabra final es esdrújula, se quedará igual si es llana, y se le sumará una sílaba métrica si es aguda. Puede haber una rima interna entre versos contiguos, según las mismas reglas de la rima en general.